TALLER DE CUENTOTERAPIA
El pasado viernes día 19 de noviembre impartí un taller de cuentoterapia relacionado con la autoestima, en el colegio Príncipe de Asturias de Ramales de la Victoria, Cantabria.
Gracias a la oportunidad que me brindó Mar González García, directora del liceo, pude mostrar a los alumnos de tercero, cuarto, quinto y sexto de primaria, los beneficios que aporta la cuentoterapia. Extiendo mi agradecimiento al resto de profesores, así como a todos alumnos, por la amabilidad con la que me recibieron.
Comencé el taller narrando uno de uno de los cuentos de mi libro “Relatos para despertar el corazón dormido”, relacionado con la aceptación de la propia imagen. A continuación, una dinámica en la que alumnos y docentes, participaron con entrega y entusiasmo.
Como broche final: descubrir el valioso tesoro que se escondía en una cajita roja: un regalo que les sorprendió y divirtió a partes iguales.
Es fundamental ser consciente de nuestros puntos débiles, para intentar mejorarlos y reconocer nuestras virtudes, sin caer en la arrogancia, para poder desarrollar una autoestima saludable.
Comprender que debemos poner al servicio de los demás los dones que poseemos es uno de los pilares fundamentales para conseguirlo.
Resulta inquietante ver como los jóvenes, cada vez a más temprana edad, parecen haber olvidado que las personas somos mucho más que un cuerpo o un rostro. Conseguir una cara y una figura perfectas, según los cánones actuales, se ha convertido en la meta de muchos de ellos y someterse a una intervención de cirugía estética, en su objetivo más codiciado.
Los niños son como piezas de barro moldeable. Según la forma en que los eduquemos crearemos adultos responsables, seguros de si mismos y con valores o por el contrario, criaturas superficiales, vacías, sin rumbo y avocadas a la deriva.
Una autoestima sana consiste en aceparse, quererse y respetarse incondicionalmente.
Entre taller y taller tuve la oportunidad de compartir una clase en una de las aulas, con la profesora y amiga desde antaño, Amparo Abascal Díez, a quien felicito por su encomiable labor docente. Rememoré con añoranza mis días en el colegio. Durante unos minutos me sentí una más de aquellos púberes que, sentados en sus pupitres, escuchaban con atención los dictados de la maestra.
Comprobé con satisfacción, cómo los profesores, no solo imparten conocimientos a los alumnos, sino que les brindan orientación, apoyo, motivación y mucho cariño.
Resultó muy emotivo confirmar la excelente simbiosis que se respiraba entre educadores y estudiantes.
Impartir talleres de cuentoterapia no solo es beneficioso para quien lo recibe, es tremendamente satisfactorio y enriquecedor para quien los imparte.
Recibir un cálido aplauso, escuchar a los niños decir: “Nos ha gustado mucho, Mari Mar” o preguntarme si iba a volver otro día, así como despedirse de mí con la mano o tirando besos al aire, es algo que no tiene precio, ni parangón posible.