LA BONDAD SIEMPRE VUELVE EN FORMA DE PAZ INTERIOR.

el lorito mágico

LA BONDAD SIEMPRE VUELVE EN FORMA DE PAZ INTERIOR

Actualmente parece ser que “ser buena persona” no está de moda. A menudo, se confunde la bondad con ser bobo o especialmente ingénuo y la maldad, con ser listo. Nada más lejos de la realidad,

No te arrepientas de ser bondadoso/a porque tu bondad no sea percibida o apreciada por los demás. No escuches al que la desprecia , la ridiculiza o la juzga. No permitas que su actitud errónea te debilite.

Regala bondad por el placer de hacerlo, por el egoísmo de sentirte bien contigo mismo/a.

Recuerda que todo vuelve, si siembras dolor, recibirás olvido y soledad, sin embargo si cultivas la bondad, cosecharas, amor y bendicones

“La bondad es la única inversión que nunca falla” -Henry David Thoreau-

“El lorito mágico” del libro “Relatos para despertar el corazón dormido”. Un cuento que nos habla del poder de “hacer el bien”

EL LORITO MÁGICO

Érase una vez, en un país lejano, un lorito mágico, de hermosas plumas de colores y tierna voz, que tenía el poder de conceder un deseo a aquella persona que cuidase de él.

Un buen día, se le acercó un granjero, que le dijo:

—Ven conmigo, yo te cuidaré. Tengo muchos animales en mi granja y puedo tener otro más; además, serás la mascota de mis hijos.

El lorito se puso muy contento, porque había encontrado una familia y nunca más estaría solo. Pasado un tiempo, el lorito le dijo al granjero:

—Amigo mío, ha llegado el momento de compensarte por tantos y tantos cuidados como me has dado. Pídeme lo que más desees, que yo te lo daré.

El granjero le respondió:

—Lo que más deseo es tener mucho dinero, para no tener que trabajar nunca más y poder colmar de obsequios a mi esposa y a mis hijos.

El lorito respondió:

—Cierra los ojos y cuenta hasta diez. Nada más abrirlos, tu sueño se habrá realizado.

Así lo hizo, y cuando el granjero abrió los ojos y vio tanta riqueza a su alrededor, se quedó sin palabras.

Una mañana, el granjero, que se había vuelto engreído y se sentía superior a los demás campesinos, se acercó al lorito y le dijo:

—¡Vete!, no te necesito. Ahora tengo lo que más anhelaba, y tú ya no me sirves para nada. ¿Es que no ves que estás ensuciando mi casa?

El lorito, entristecido, volvió de nuevo al bosque.

Una tarde de otoño, se le acercó una anciana y le dijo:

—Ven conmigo, yo te cuidaré. Soy una pobre anciana que vive sola, y así me harás compañía.

El lorito, que no había dejado de creer en la nobleza humana, decidió intentarlo una vez más.

Pasado un tiempo, el lorito le dijo a la anciana:

—Amiga mía, ha llegado el momento de que te recompense por tantos y tantos cuidados como me has dado. Pídeme lo que más desees, que yo te lo daré.

La anciana respondió:

—Lo que más deseo es recobrar mi juventud y belleza, para conquistar el amor de un hombre y poder formar una familia. Así, nunca más estaré sola.

El lorito le dijo:

—Cierra los ojos y cuenta hasta diez. Nada más abrirlos, tu sueño se habrá realizado.

Así lo hizo, y cuando la anciana abrió los ojos y se miró en el espejo, no podía dar crédito a lo que veía. Era la mujer más hermosa que jamás hubiese creído. Pronto conoció a un rico y apuesto joven, con el que se casó, y juntos decidieron tener varios hijos.

Un buen día, la dama, que se había vuelto muy vanidosa, se acercó al lorito y le dijo:

—¡Vete!, no te necesito. Ahora tengo lo que más anhelaba. Pronto llenaré ésta casa de niños, y tú serás un estorbo. ¿Es que no ves que no queda sitio para ti?

El lorito, lleno de dolor, volvió de nuevo al bosque. No comprendía por qué los demás le abandonaban una vez conseguidos sus deseos. Él solo quería hacer felices a los demás. Por tanto, lloraba y lloraba sin parar. Estaba tan sumido en su amargo dolor que no vio acercarse a un niño. Éste, apenado por su sufrimiento, le acarició.

—¿Por qué lloras? —le preguntó.

—Nadie me quiere —respondió el lorito—.Todo el mundo me abandona después de conseguir lo que quieren.

—Ven conmigo, yo soy un niño mendigo. Trabajo por el día recogiendo leña para los campesinos de la aldea, a cambio de un mendrugo de pan y de un vaso de leche. Y cuando llega la noche, me cobijo en un viejo pajar abandonado. Si tú quieres, nos haremos compañía mutuamente.

El lorito, que a pesar de todo confiaba en el buen corazón de la gente, decidió probar de nuevo.

Pasado un tiempo, el lorito le dijo al niño mendigo:

—Soy un loro viejo y pronto moriré, ha llegado el momento de recompensarte por tantos cuidados como me has dado. Pídeme lo que más desees, que yo te lo daré.

El niño respondió:

—Nada deseo, solo quiero tenerte siempre a mi lado y que nunca me abandones, lorito hermoso.

El lorito, sorprendido, le dijo:

—Cierra los ojos y cuenta hasta diez.

El niño obedeció, y cual no sería su sorpresa cuando, al abrir los ojos, comprobó que se había convertido en un valiente rey, dueño de una inmensa fortuna, teniendo por esposa a la más bella dama que jamás había existido.

El lorito continuó hablando:

—Tú, que no has pedido nada, te lo mereces todo. Por eso no solo te he dado riqueza, belleza y amor, sino que, además, te he concedido la inmortalidad para que tu dicha no tenga fin.

El joven perplejo, preguntó:

—Todo esto está muy bien, pero ¿qué pasará contigo?

—No te preocupes, amigo mío —contestó el lorito—. Yo también me he convertido en un pájaro inmortal, y no te abandonaré jamás.

Y, desde entonces, vivieron felices, dándose amor mutuamente y ayudando a todo el que lo necesitaba.

Moraleja:
No sufras si das amor y, a cambio, recibes indiferencia. Más tarde o más temprano, encontrarás a alguien que te dé, con creces, lo que tú diste primero.